Este blog pretende ofrecer información sobre temas relacionados con la infancia. en él iré publicando mis reflexiones. te invito a que lo leas y dejes tu comentario.

domingo, 22 de junio de 2008

Empecemos por el principio: ¿Qué juguetes comprar?

Los juguetes se clasifican por edades en función del desarrollo psicomotor del niño. Ello no implica solo el interés del niño o su capacidad para comprenderlo o usarlo, algunos constituyen verdaderos peligros, sobre todo para los menores de tres años, que pueden ingerirlos, colarlos por los orificios del cuerpo, pincharse, etc. Así que primero deberemos cerciorarnos de que está acorde a la edad.
Si tenemos hijos de diferentes edades deberemos controlar los juguetes peligrosos incluso para los niños mayores, pues no siempre tendremos el control sobre el uso que se les den y aunque lo hagamos consciente de los riesgos para el hermanito menor no podemos confiar al niño tal responsabilidad.
Los mejores juguetes son aquellos que permiten al niño una mayor libertad y participación. Los juguetes tipo lego (de armar), los juegos de roles (disfraces, aditamentos de enfermería, carpintería, etc.), los que ofrecen retroalimentación ante una acción, (marugas, pitos, instrumentos…), entre otros, son de gran utilidad e interés para los pequeños.
Mientras más simples y básicos mejor. Los juguetes mecánicos, que despliegan ante el niño un grupo de movimientos, luces, sonido, etc., lo convierten en un mero observador y por ello duran poco en su foco de interés. Muchos niños tienden a romperlos y deberíamos apoyarlos en vez de censurarlos, pues detrás de la acción “bárbara” hay una intención de descubrimiento, de saber lo que hay dentro y descubrir cómo funciona.
En el filme “BIG” nos dan una lección sobre psicología infantil. En una escena Tom Hans, protagonista de la historia, que encarna a un niño al que se le ha concedido el deseo de ser grande y ha sido contratado por una empresa que desarrolla juguetes, pregunta qué gracia tiene un robot en forma de edificio. El complejo artefacto ha sido presentado en su prototipo y a todos hace gracia menos a él, que piensa como un niño. Los adultos compramos los juguetes y muchas veces lo hacemos pensando en nosotros mismos y no en nuestros hijos. Quizás inconscientemente, le ponemos un grupo de condiciones a nuestra selección tales como: que no cause mucho desorden, que no suene muy alto, que lo mantenga mucho rato sentado … Muchos nos habremos sorprendido comprando el juguete que no pudimos tener en nuestra niñez y hasta queremos ponerlo “de adorno”. No son pocas las niñas que para jugar con sus muñecas deben retirarlas de su lugar de exhibición donde las ha colocado mamá y siempre con la condición de no despeinarlas.
Muchos juguetes requieren espacios abiertos o participación de otros niños, que no es menos importante para desarrollar la sociabilidad, la competencia, la capacidad de compartir, de ganar y perder, de establecer y seguir reglas que permitan moderar su conducta. A veces pretendemos que los niños jueguen solo dentro de casa y por ello evitamos estos juguetes. También resultan ser los más grandes y destructivos, sobre todo los balones y patines. La solución no está en evitarlos, sino en llevar al niño a espacios abiertos donde no corra peligro, propiciar el juego y siempre que sea posible participar en ellos evitando dirigirlos.

Más juguetes no significan más y mejor calidad de juego.

Es común rodear a los pequeños de juguetes. Solemos premiar su buen comportamiento con juguetes, los complacemos ante cada nuevo “caprichillo” sin escatimar. Los pequeños, víctimas de la publicidad, nos hacen correr tras los personajes de una nueva serie y así los mantenemos “a la moda”. Pero no pretendemos en esta ocasión hurgar tras esta problemática bien compleja del consumismo desde las edades tempranas, el tema que nos ocupa es otro que no por más elemental es menos complejo.
¿Cuántas veces nos paramos frente a la juguetera de nuestros hijos y nos percatamos de que hace mucho que no se toca? ¿Cuántas otras hemos tenido que reciclar por falta de espacio o al percatarnos de que en su mayoría los juguetes han perdido partes que los inutiliza o que no podemos mantener el ritmo del consumo de baterías? Y en contraste… ¿No ha sorprendido a su hijo armando con cerillas un ejército?
El niño construye un mundo de fantasías a su alrededor y los juguetes ayudan a construir este mundo, pero NO LO DETERMINAN, viabilizar buenas prácticas lúdicas es tarea de padres y educadores.

Los juguetes no son cosa de juego.

El juego es para los niños una cosa muy seria y no solo debería serlo para los niños, sino también para los adultos que están a cargo de su educación. Es el juego la vía fundamental para que los pequeños adquieran habilidades, conozcan el mundo que los rodea y desarrollen su inteligencia y aptitudes. Aunque muchos estamos al tanto de esto, no siempre les facilitamos el tiempo y los espacios para que el niño juegue. Los invito a reflexionar sobre los juguetes, esos “terribles” artefactos que encontramos a cada paso por toda la casa.